Oh, Mary Chain

Dicen que ir en bici es algo que no se olvida, que una vez te quitaron las ruedecitas de atrás, estarás siempre preparado para volver a subirte a pedalear. Yo no debí de aprender muy bien, porque cada vez que me subo a un sillín me aterra el efecto de tocar el suelo solo con las puntitas de los pies.
Sin embargo, me gustan las bicis y una vez superado el momento de pánico e inestabilidad, me encanta sentir esa fuerza de atracción de la tierra y mi permanente desafío por vencerla.
Este post nostálgico es culpa de esto:

Un escaparate madrileño que exhibe una bici donde en lugar de poner "Bea" debería decir "Pepis". Cestita de mimbre incluida. Lo veo.
Yo tuve una bici. Se llamaba Mary Chain. Me costó $25 en una subasta de la Policía -Mary Chain había sido abandonada o robada. Era roja y vieja. Se parecía mucho a esta:

Mary Chain me esperaba fuera de mi casa o de la oficina, aguantando nieve o sol, lo que le echaran. Compartimos aventuras, atropellos, pinchazos y caídas durante casi un año. Y se la dejé a una amiga para que me la cuidara bien.
En Barcelona se puede ir en bici -en Madrid ni me lo planteo. La opción está ahí: si no tienes la tuya propia, te haces del Bicing. Yo lo he intentado, pero nunca he pasado de la primera fase de pánico de la que os he hablado al principio. O más bien sí, paso de una fase de pánico a otra: la de sortear personas y coches, controlar el bolso colgado o en la cesta, recordar que por mi izquierda van otras bicis en sentido contrario, usar el freno para parar en lugar de soltar los pedales y salir disparada contra la acera...
Demasiado estrés. Sin embargo, dejo la puerta abierta a una reconciliación con las dos ruedas. Sobre todo, después de ver esta galería de maravillas en Smoda. Bicis para todos los gustos (pero no todos los bolsillos).

A falta de Mary Chain, yo me quedo con esta. ¿Vosotros?
Besitos,

Pepis.

(Lo siento, tenía que hacerlo...)